EL PERMANENTE VIAJE: EL DE LA CREATIVIDAD ARTÍSTICA
- I -
El arte, como tantas otras cosas de las que piensa y hace el ser humano,
está sometido a continuos cambios y vaivenes.
Pero tal movilidad no se debe sólo a la propia dinámica que, desde su
propia potencialidad, todo ente despliega en el momento oportuno, sino
que también en el caso de la actividad humana -y la artística es una de ellas,
y ciertamente muy específica- queda influida por diversos avatares
de tipo externo.
Entre éstos, el cambio de lugar al que todo individuo, y más en este tiempo
de interacción global, parece -para bien o para mal- quedar sometido. Algo que
no deja de afectar, por tanto, también al individuo creador. Y de un modo muy
especial, por cierto, como parte integrante de esta sociedad sometida a
semejantes vaivenes.
En ocasiones, de forma real: como viaje físico para ubicarse en otro sitio.
En ocasiones de forma virtual, pero no menos potente y de consecuencias reales:
el viaje que se efectúa a través de la red de redes.
Nueva fórmula -casi en pañales comparada con las ancestrales formas de viajar-
en base a la cual el individuo está pasando de la relación que podríamos denominar
de "hic et nunc" a una conexión fluida, omnicomprensiva, en donde idas y venidas,
trayectos lineales, transversales o en bucle, se desparraman urbi et orbe de una
forma eidética, conceptual, abarcando todo tipo de cuestiones y cuestionamientos,
y con consecuencias no menos reales.
Entre ellas también las de tipo artístico, por supuesto. Y la fenomenología
espectacular de esta forma "otra" de viajar -su inmediatez en tiempo real de
emisión y respuesta, y de vuelta a empezar, como jamás se había dado antes- se
nos presenta en un no menos espectacular proceso de fluente intercambio.
Sin embargo, a todo esto, no hay que descartar el viaje mental que cada uno de
nosotros puede proyectar, trazar y concluir con toda libertad. Así, del mismo modo
que pueden poner barrotes a nuestras ventanas y convertirlas en celdas, o grilletes
a nuestras manos y pies para inmovilizarnos, nuestra mente puede seguir en cambio
siendo libre; aunque ya se está tratando, como siempre por otra parte (drogas,
presiones, amenazas, temores...), de acabar también con este reducto de libertad,
la primera y fuerza motriz de todo: el pensamiento, y con él la emoción, la capacidad
de sentir; con lo que cabe decir que nuestro viaje mental, bien en vigilia, bien en
sueños, tiene todavía un horizonte amplio y sin fronteras.
Es evidente que, de alguna manera, estamos asimismo aludiendo a la imaginación, que
con su poder puede transportarnos a cualquier rincón del globo, a cualquier época
pretérita o por-venir, a cualquier "constructo" con que fantasear se pueda.
El poder de viajar con la mente y sus hijas las ideas, es extraordinario.
Es el viaje al que nadie ni nada puede, aunque quiera, poner límites, al menos hoy
por hoy, y en consecuencia persistente fuente nutricia del pensamiento creativo.
Pues bien este es el tipo de viaje que ahora deseo subrayar: el viaje al que nada ni
nadie puede poner límites espacio-temporales: el de la creatividad artística.
Y en esta clase de periplo expositivo que primero en Italia y después en España,
primero en el marco de En Plein Air Contemporanea, después en el del viejo caserón
del Museo de BB. AA., primeramente con gentes situadas en un la región:
la del Piamonte, y en un lugar: Pinerolo; y posteriormente trasladados -viajeros
del espíritu hecho forma estética, cual manifestación sensible de la Idea en el arte
al modo hegeliano- a otro lugar y site, en donde figura la ciudad de Castelló de la
Plana.
Este viaje, insisto, es esa clase de viaje de los que pienso es de los mejores.
Si no el mejor, sí el más adecuado y potente para que la creación -hecha obra/acto-
de pintores, escultores, grabadores, fotógrafos, instaladores, videoartistas y
performers eclosione, se esparza, lo fecunde todo en suma. Este es pues, fundamentalmente,
el que ha llevado a estos jóvenes artistas italianos y españoles, de nacimiento o
adscripción, a exhibir sus propuestas plásticas, en diferentes soportes y bajo sus
personales idiolectos. En este país o aquel otro, aquí y allá, en este punto o acullá...,
de un modo libre y gozoso que no significa despreocupado y ociosamente vacuo, sino todo
lo contrario.
- II -
Por consiguiente, todos ellos tienen un hilo conductor: el que sus prácticas
artísticas están "en marcha", en acción, transitando espiritual y físicamente de
un lugar a otro, en permanente viaje. Bien como fijación momentánea de un ámbito
en perpetuo movimiento: el mar/cielo de densos azules en la pintura Mar de fondo
de Fernando S. Sesé, invitándonos a un viaje centrado en la propia autonomía de
la materialidad de las texturas que en ella podemos apreciar; bien como expansión
de un imaginario como el que nos ofrece Hernández de la Torre con su Ciudad Soledad,
a pesar de que la emoción que ésta refleja se detiene en un ámbito de intimidad
calculada, reflejo o alegoría, tal vez, de preocupaciones de corte social, pero
siempre en cuanto revierten o repercuten en la vida cotidiana de las gentes.
Algo bien distinto del aire que emana del trabajo plástico de José Caño, quien aquí
y ahora, presenta las huellas que todo viajero, que se precie de serlo, suele dejar
en forma de iconos fotográficos cual personal memorial, a retazos, de su trayecto.
Trayecto que en el caso de Xavier Arenós se explaya mediante dibujos de perfiles
superpuestos alusivos a escenas de la vida diaria pero de carácter violento, ora
desgraciados como un accidente de coche, ora criminales como un asesinato por encargo,
ora ansioso como la espera intranquila ante una intervención quirúrgica.
Potente memoria la carga que se vislumbra en los rostros especulares, entrecruzados de
un paisaje cartesiano de viejas vías férreas -por no decir, tal vez, trasladados en
su fragmentariedad a un espacio suprarreal- lo que entresacamos de la fotopintura-vídeo
del croata Willy Darko. Rostros
a su modo los de Mario Pasqualotto, quien con otras
técnicas muy distintas a las de Darko, ofrece al espectador en su particular periplo
por la exposición: ora un rostro de mística evocación nazarena -Sudario- elaborado
con imperdibles, cual modernas espinas de origen industrial, ora rostro propio de
un "oficio de tinieblas" en su sombrío Pagano.
Por su parte, las Sombras y los claros del danés Rikke Hostrup nos "muestran", como
peculiar sígnica, las huellas de los cuadros "ausentes" (el viaje se deja notar mucho),
pero presentes en cuanto apelan a la imagen que el propio espectador es capaz de
imaginar-valga el juego de palabras- en la "ausencia dejada".
Espectador, agradablemente atónito, el que se enfrenta a la instalación Percorso
de Carla Crosio: matemático sendero de péndulos invitándonos a cruzar en un no menos
singular recorrido de silente quietud, sólo interrumpido por el chasquido de esos
péndulos que ayudan a propiciar una íntima y penetrante atmósfera. Atmósfera íntima,
pero potente, la que sentimos al penetrar físicamente recorriéndolo, en el Utero de
la artista Ivana Falconi: metafórico viaje hacia las interioridades de la mujer-matriz,
de la hembra fecundadora del linaje humano. Humanidad acogotada la que captamos en la
potente Mordaza de Julia Galán: fotografía de un rostro amordazado donde el silencio
impuesto, al igual que en un viaje forzado, es todo lo contrario de la comunicabilidad
del individuo como persona, del viaje como despliegue creativo e intercomunicativo.
Humanidad, por su parte, cual burla irónica de la téchne mimetiké, la que se transluce
en la muestra pictórica de Carlo Galfione con sus muchachas verdosas, mujeres de múltiples
pechos almohadillados y rostros linguales, centro visual donde el concepto de fealdad y
elucubración onírica se palpan con contundencia.
Y ¿qué no decir de la instalación de Laura Ambrosi? : metáfora de una transparente
crisálida mecanizada, expeliendo humo como venenoso vapor con que ahuyentar las miradas
demasiado curiosas, tal vez lascivas, del espectador. Éste, por otro lado, no deja de
quedarse perplejo ante la Culla nuragica de Velio Aresu: extraña hamaca elaborada con
cuentecillas de cerámica figurando pequeñas caras totémicas.
De este carácter antropológico (utensilio: hamaca de componentes en terracota, sugerencia
mítica: restos en forma ósea) pasamos a otro más actualizado con la propuesta de
Pino Castillo.
Éste con su instalación Imperfetto nos presenta un conjunto de bolsos de plexiglás
cual utillaje para el viaje, como archivador de vivencias, como contenedor para el
transporte de deseos a cualquier parte.
En cambio, Simona Balma con sus I miei amici nos introduce en un contexto de pintura-collage,
fotografía y vídeo, donde lo fragmentario -autorretratos, paisajes- queda envuelto en
mordaz ironía, quizás nostalgia, apelando a nuestra mirada sin ningún rubor.
Mirada que, por otro lado, descansa más plácidamente en la contemplación de los parajes
de singulares viñas de Vicente Martí. Viñas en las que el arbusto deviene, en su formulación
de gráfico gracejo, en un ente a medio camino entre el signo lingüístico y el de un exotérico
y animista símbolo, perfectamente incardinado, es decir, con gran finura, en su misma
constitución pictórica siguiendo las líneas de la textura de la propia tabla-soporte.
Finura, aunque a su manera, ese suelo como de pavimento desdibujado de una autopista
brumosa que nos sugieren las imágenes digitalmente trabajadas sobre acetato de
Irina Novarese con su Cardini.
De la brumosidad icónica podemos pasar a la obra
Finestra, de Manfredo Robilant, a
través de la cual "ver" -hecha cuadro- una densidad iconográfica de diversos elementos
adheridos, piezas incardinadas en una argamasa pictórica informal de gran densidad matérica,
que ahormando lo trivial globaliza lo diferente.
Carmen Puchol retoma en su arte la figura de un modo más denotativo, tal como se aprecia en
esos personajes en silencio, aislados y potentes, como en ese dinámico Paseante que parece
subirse por las paredes; o sea, por uno de los lados del "cuadro" escapándose de no se donde
ni hacia qué lugar, pero paseando, marchando, de viaje al fin y al cabo.
Paseando de un lado a otro, frente a una persona sedente ubicada en una especie de sala de
espera, que permanece impertérita viendo ese viaje particular, deambulatorio y repetitivo, de
un hombre, de una mujer... yendo y viniendo por delante de sus propias narices, no es ésta
sino la historia que nos narra Luca Bernardelli en su instalación Torno presto, de vídeo y sonido:
reiterativas imágenes en B/N acompañadas por los pitidos y la típica voz de una no menos persistente
conversación telefónica.
También en la dirección más figurativa el trabajo de Pepe Nebot con su óleo
S/T, en
donde aparece una escenografía de truculentos tipejos de traza medieval, generándose
un espacio, una luz y un colorido preñados de rebuscado anacronismo. Existencia sombría,
esplendor de aplacada sublimidad -si es que así puede decirse- globalidad fantasmagórica
en la obra KRN de Simone Pellegrini, cual telón de fondo de carbonífero y poderoso
grafismo que nos embelesa y hechiza siguiendo la estela del delightful horror de un Burke.
En cambio, con Lupo Fritto Antonio De Luca nos presenta un montaje de piezas de juguete
tipo Lego, fotos de objetos, enteros o fragmentados y desparramados por el suelo o
fijados en las paredes de un espacio acotado, generando un brillante -entre juguetón
y de visión de postal turística-totum que constituye su trabajo, que comporta además
elementos videográficos y sonoros
.
En definitiva, he aquí sucintamente el programa de viaje, artístico y humano de todos
estos autores, hombres y mujeres, que saben -todos nosotros también- que la vida y
todo lo que en ella acaece o se promueve queda sometido a un cambio continuo, a un
devenir en el que poder desplegarnos, pero a través del cual vamos caminando hacia
nuestra consumación personal.
Posiblemente materia nutricia para nuevos procesos, cambios y generación de ideas, y
final también para nosotros mismos: cuando llegue nuestro final de trayecto.
Parada y fin: télos, telón, consumación, cumplimiento.
WENCES RAMBLA
Profesor de Estética y Tª de las Artes
Universitat Jaume I. Castellón (España)
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