Vivir siempre significa ver.
Desde la mirada, Luis Buñuel y Salvador Dalí alumbraron su memorable
"Le chien andalou" y con su maravilloso ojo leve y surrealista nos mostraron la pesadilla que
la pupila del artista proyecta sobre un espacio en blanco. A veces, en la historia las pesadillas
suceden. Milan Kundera nos ha enseñado con sus textos que la sonrisa de los justos es a veces el
preludio de la melodía de la muerte, una muerte pesada que ahora marcha cada noche desde Kandahar
hasta Manhattan, desde Manhattan hasta la breve eternidad del Alma Mahler Hotel... y el tiempo
que vivimos constituye una extensa geografía de palabras, fechas, imágenes, celebraciones, puñados
de tierra lívida, blancos pañuelos de despedida...
Vivimos en una sociedad de extraños sin territorio y sin familia, sin cuerpo social, en una novísima
Aldea Global llena de virus y de demonios que consumen y consumen sin descanso objetos, cultura,
tecnología. Eso somos, los consumidores culturales de la Modernidad, una voluntaria comunidad
virtual en la sociedad digital. Pero este mundo paralelo del Ciberespacio no es más que la
condensación de lo que implica la digitalización de la sociedad. Y es un mundo que no está aislado
del mundo "real", sino que constituye una nueva forma de materialidad y de existencia, también para
la obra artística. Hoy se multiplican ante nuestro ojo vario, múltiple y perplejo, los nuevos modos
de producción cultural, la Infografía, el Hipertexto, la Poesía cinética, los infinitos formatos
Multimedia, la Realidad Virtual: son los nuevos elementos del escenario cultural, donde la Red se
configura como un nuevo espacio privilegiado de encuentro. La Red ahora es entendida no sólo como
un escenario de visualización, sino también un lugar de producción, con la gratuidad como nuevo
valor, síntoma de independencia cultural. Es una hermosa metamorfosis, para una Red que empezó
siendo concebida como un artefacto militar.
El espacio virtual se salta límites y fronteras, es un espacio de libertad y sociabilidad que puede
funcionar como agente dinamizador de los procesos culturales. Todos estábamos huérfanos y tal vez
Dios haya venido a visitarnos. Del arte sublime al arte postindustrial, donde los objetos artísticos,
como nos han mostrado Walter Benjamin y Adorno, han perdido definitivamente su "aura".
No se trata de la muerte del arte, pero sí de la desaparición de un determinado tipo de arte.
Hoy estamos ante una nueva relación entre la obra de arte y la realidad, entre el artista y la obra
de arte, entre la obra de arte y el espectador.
Si entornas los ojos tal vez puedas ver, con el poeta Juan Carlos Mestre, "cómo la nostalgia es una
canoa a la deriva por el río blanco de la muerte", y cómo cae la lluvia sobre Roma, sobre la vieja
tumba de Keats, la sin motivo, la flor enferma sobre la estrella negra del pianista.
Cada visión del hombre es una idea nueva que visita el mundo y lo renueva, y la imaginación es una
casa virtual abierta al aire y sin puertas, adonde todos los colores de la tierra traspasan las
fronteras de lo sagrado para volver con el silencio y el perfume de los Ángeles Atlantes que
atraviesan las células digitales del alma.
Si entornas los ojos podrás ver al artista sonámbulo 'colgado' de la Red, bendiciendo los estanques
de aguas detenidas, a Ezra Pound con sus Cantos anteriores al Campo di Marte de Vasco Pratolini,
el pincel de Giotto sobre una tabla multicolor en el otoño de Florencia; verás caer la lluvia sobre
las calles de tu alma, sobre el invierno invicto de esa secreta ciudad mediterránea que amas.
El espacio virtual es un espacio simultáneo como el de nuestra memoria y nuestros ojos, como el
espacio de nuestras voces e imágenes primordiales, tal como nos iluminara C.G. Jung.
Cuando entorno los ojos, veo la imagen de mi abuela enseñándome el huerto familiar en la vieja y
hermosa Extremadura, un huerto milagroso lleno de árboles frutales y de rosas, la tarde en que yo
cumplía cinco años, al tiempo que los aviones rusos volaban pesadamente sobre la plaza Wenceslao
de Praga. Aviones y manzanas: aquel huerto desaparecido para siempre de mi historia es la imagen
de mi infancia, como aquella primavera imposible de Praga tocó nuestro corazón y nuestra memoria.
Bendita Praga, ciudad mágica y legendaria: Kafka, Mozart, las manzanas y el Talmud unidos para
siempre en la levedad virtual de la memoria y el deseo, mientras contemplo desde Valencia las
imágenes en la Red de la obra de Serghej Potapenko, desde el lejano San Petersburgo, y descubro
que casi tenemos la misma edad: magos y chisteras, mujeres imposibles, los perros de la guerra,
aeroplanos amarillos atravesados por la fuerza del corazón.
Todo lo virtual es leve.
Vivir es ver.
Ven y observa. Afuera hace frío en la noche inmensa. El cuerpo y el alma son dos
metáforas virtuales sobre las que construimos nuestra representación de la identidad propia y
de la realidad. El arte moderno es también la aventura del rebelde que camina, nuevo Prometeo
insurrecto, sobre el filo angular de la espada y lleva en su costado digital mágicas mariposas,
glaciares, páramos asombrosos heridos de basílicas, las deliciosas "Memorias de Adriano" de
Marguerite Yourcenar, mientras contempla cómo arde esa vieja ciudad del corazón.
Entorna los ojos y advierte la levedad digital, posterior a Giorgio de Chirico y a Mondrian,
a Percy B. Shelley y a Septimio Severo, a Tiziano y El Greco, a Gramsci y a Marcel Duchamp, a
Juan Gris, a Durero y a Galileo Galilei. Las flores sobre la tumba de John Keats en Roma irán
siempre acompañadas de un mantra cabalístico y conjetural, cuya cadencia está escrita en el agua,
en la Europa de las cenizas supervivientes:
Rimbaud y el astrolabio, el viento y el ángel, el peso
y la levedad, Eva y Adán, el principio y el fin, la verdad y la belleza,
virtuales.. |